Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

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La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

viernes, 6 de noviembre de 2009

La Lanza como unidad militar medieval

En la época en la que transcurren nuestras guerras banderizas, era de uso común el que los reyes exigieran a sus nobles el aporte de hombres para sus guerras, del mismo modo que era práctica habitual el que, quien tenía capacidad para ello, alquilara los servicios de sus guerreros al rey por una cierta cantidad de dineros. Y siempre, cuando se hablaba de estas cuestiones, aparece una equívoca medida básica: La Lanza.

En multitud de crónicas encontramos referencias a la Lanza como unidad de combate en los ejércitos banderizos y medievales, sin que den más explicaciones a algo que obviamente ya conocían aquellos a los que se dirigían los escritos, pero que hoy nos puede resulta difícil comprender. Sí sabemos por asientos de la época, que a mediados del siglo XIV hidalgos guipuzcoanos rentaban sus lanzas por 1.500 maravedís anuales pero... ¿en qué consistía exactamente una Lanza?

En primer lugar, decir que una Lanza no era una cantidad exacta de soldados, sino un grupo operativo de combate, sin que se determinara de forma precisa el número de hombres que la habían de conformar.

La unidad militar por excelencia en la edad media era la caballería pesada. Es decir: un hombre montado sobre un potente caballo de guerra, vestido con armadura blanca y equipado de lanza, espada y arma de arzón (aquella que solía portar sujeta a los arreos de su caballo, las más habituales solían ser la espada bastarda, el hacha o el martillo de guerra) Ahora bien, un hombre así armado no es operativo sin una serie de ayudantes y colaboradores, del mismo modo que hoy un carro de combate no marcha nunca solo a la batalla, sino protegido y escoltado por sus servidores y escuadra de apoyo. Pues bien, lo mismo ocurría con un caballero armado. Por norma, iría acompañado de un escudero igual de armado que él, más dos o tres jinetes equipados a la ligera que se encargarían de los caballos de repuesto, palafrenes e impedimenta, a más de cubrirles en los enfrentamientos.

Bueno, a estas alturas ya tenemos que una Lanza habría de consistir en uno o dos caballeros pesados y dos o tres equipados a la jineta (otro día hablaremos sobre la caballería ligera y pesada y sus diferencias). Ahora bien, caballero sin apoyo de infantes es caballero perdido. Así, en varias notas militares de viaje nos encontramos con que todo caballero que marchaba a la guerra llevaba consigo un pequeño contingente de peones a los que asignaban diferentes funciones. En la época de las guerras de bandos solían ser aproximadamente unos once hombres de armas de los que seis se equipaban con lanzas y el resto de ballestas. A estos habría que añadir los criados personales y pajes de los hidalgos que en caso de necesidad supongo también podrían empuñar un arma.

Por lo tanto, podemos aventurarnos a conjeturar que lo que tan generosamente pagaban los reyes castellanos o navarros era una unidad de combate totalmente equipada y bien entrenada, de entre 14 a 20 hombres, compuesta de caballería pesada apoyada por la caballería ligera e infantería, más su propio equipo de logística.

En resumen: un diminuto ejército al completo .

8 comentarios:

Joselondinium dijo...

Muy buen artículo: facil de comprender, conciso y, porque no decirlo, más aclarador que muchos libros históricos de referencia.

Un saludo.

Iñaki dijo...

Joselondinium, vas a conseguir que me ruborice con tus elogios.
Como ya digo en la presentación del blog, no pretendo otra cosa que exponer al público los datos que he ido recogiendo a lo largo del tiempo en todos aquellos libros y documentos que he ido recopilando sobre el tema.
En muchos de éstos me encontraba con que tal o cual señor aportaba un número determinado de lanzas al ejército, o que un apellido arrendaba al rey una lanza por un buen puñado de maravedís. Pero, la verdad, me costó ir reuniendo las referencias necesarias para llegar a entender en qué consistía realmente la Lanza.
En un primer momento pensé que era simplemente un caballero armado que alquilaba su propia lanza (una forma poética de decir que se contrataba como mercenario), pero al pensar un poco en ello me resultaba difícil de creer el que seis o siete caballeros determinaran el resultado de una batalla o que pudieran sitiar una villa, por eso empecé a investigar el tema y recogiendo datos esparcidos llegué a la conclusión expuesta.
Si lo que avanzaba no eran siete hombres a caballo,por muy bien armados que fueran, sino 140 hombres de armas bien curtidos en múltiples enfrentamientos, la cosa cambia y son mucho más comprensibles las crónicas.
¿No te parece?

Joselondinium dijo...

Hola, Iñaki:

Pues sí que has hecho un buen trabajo de indagación. Como dices la conclusión a la que llegas es mucho más clara y lógica.Te felicito porque es díficil contar hechos históricos de manera sencilla y eficaz y tú lo estás logrando. Es más curiosamente hoy estoy escribiendo un artículo en un blog sobre un tema similar.
Por otra parte, ayer por la mañana visité la torre de La Quadra, en Güeñes. Tomé fotos y dejé volar mi imaginación hasta el 1453 (si no recuerdo mal), cuando Lope García de Salazar defendió en ella a su hijo con 800 hombres contra 1500, y salió victorioso... Un poquito de épica romántica no viene mal de vez en cuando :-) Quizá conozcas el episodio.

Un saludo
Joselondinium

Iñaki dijo...

Cuando lo tengas terminado me gustaría leer ese artículo. A ver si nos envías la dirección de ese blog en el que escribes y así podamos seguirlo también nosotros.

Como bien dices, creo que a todos los que nos apasiona el medioevo, lo que realmente nos atrae es esa imagen de novela épica en la que los bridones de guerra hacen temblar la tierra en una carga a campo abierto.
Aunque nos empeñemos en volver una y otra vez a la cruda realidad de una época cruel y despiadada, donde el hambre, la miseria, la explotación y la enfermedad eran el pan nuestro de cada día, siempre permanecerán brillando en un rinconcito de nuestra memoria los relatos heroicos de caballeros andantes y gestas memorables; los enfrentamiento hombre a hombre, donde el coraje personal alcanza su máximo valor y - por qué no decirlo - admiramos en el fondo a aquellos personajes por demostrar un arrojo del que (al menos yo) hoy en día carecemos.

Joselondinium dijo...

Hola, Iñaki:

Desde luego yo tampoco tengo el arrojo para hacer lo que hacían aquellos hombres de armas; sin ir más lejos ayer en mi visita a La Quadra tardé diez minutos en decidirme a bajar del coche porque había un perro merodeando por las inmediaciones... Con eso ya está todo dicho...

Yo suelo decir que es mejor disfrutar de la Historia que vivirla.

Cuando tenga terminado el artículo en el blog os paso la dirección por si os apetece seguirlo. Es un blog de opiniones generales sobre temas variados. Quizás os guste.

Un saludo,

Joselondinium.

Iñaki dijo...

Muy bien dicho.
Creo que tu pensamiento define a la perfección el verdadero motivo de este blog: el disfrutar de la historia tal y como fue.

Espero leer pronto tu artículo.

Anónimo dijo...

Hay un pequeño gran problema que no has desvelado. El caballero, su escudero y resto de jinetes combaten a caballo (forman haces y buscan el choque), pero peones, lanceros, arqueros, ballesteros, pajes y peones lo hacen a pie, lo que separa en la acción a esos dos grupos combatientes. ¿Tienes solución a ello? Un saludo

Iñaki dijo...

Antes de nada, agradecerte el que leas y comentes este blog.
Gracias.

Por lo que respecta a tu comentario, supongo que te refieres al orden de batalla del ejército medieval.
Si es así, trataré de contestar tu pregunta de manera sucinta.
En una batalla campal, los peones forman el frente de combate y son los encargados de romper las formaciones del enemigo. Cargan contra las líneas contrarias y buscan el desorganizarlas. La caballería ligera hostiga sus flancos y trata de envolverlo mientras la caballería pesada espera el menor atisbo de debilidad en el enemigo para cargar contra el punto más débil de este y en una carga cerrada, rodilla con rodilla, romper el frente para ganar así la batalla.

De todos modos, si lo deseas, podemos comentar de manera más pormenorizada el orden de batalla de los ejércitos medievales en otro artículo más adelante.

Un saludo

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476

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