Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

Puedes adquirir la novela en las más importantes librerías on-line, o pedir que te la traiga la librería de tu barrio. También puedes comprarla en editorial Maluma, que te la hará llegar sin gastos de envío.

Busca palabras y contenidos en las entradas anteriores de Tierra Amarga

La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

lunes, 19 de diciembre de 2011

Linajes, apellidos... banderizos

Uno de los apartados más extensos en las Bienandazas e Fortunas, de Lope García de Salazar, es aquél en que en banderizo cautivo dedica a explicar detalladamente el origen de cada uno de los linajes implicados en las luchas de poder en aquella Hispania medieval.
En las crónicas de nuestro banderizo podemos encontrar los diferentes modos en los que un personaje determinado funda una familia diferenciada del apellido original del que desciende, exponiendo de paso los criterios o condiciones había de cumplir quien pretendiera fundar solar e linaje.
El origen del apellido siempre estaba ligado, de manera indisoluble, a una tierra y una casa,. Así relaciona nuestro cronista la creación de "solar e linaje" El nuevo apellido solo era posible si se encontraba asociado a una nueva casa del mismo nombre que habría de ser generatriz de la nueva familia. Habitualmente, el linaje naciente tomaría el nombre del toponímico donde se asentara o de la nueva casa edificada en él.
Podía ser el que algún buen escudero se afincara en un terreno y, tomando el nombre del lugar fundara su propio linaje. Como Sangroniz que "son de buenos escuderos e su fundamiento fue de un escudero que vino e pobló allí, sucediendo luego de unos en otros"
Importante era, una vez asentado en el lugar, asegurarse la permanencia y para ello nada mejor que implantar en el nuevo territorio los medios de riqueza y control más eficaces que permitieran dar continuidad al apellido y afianzarse en el poder local. Un buen sistema era el levantar parroquia, como los Lezama, que "el linaje de Lecama suçedió de los caballeros de Ojaguti, que pobló un hijo de ellos en Leçama e fizo el monesterio de Santa María de Leçama..."
Pero de nada servía el asentarse un un lugar si no se podía luego mantener la posición. Debía buscar fuentes estables de ingresos, a más de crear una red sólida de clientes y familiares que le aseguraran la defensa de tierra y casa, como "el linaje de Menaca, que su fundamento fue que pobló allí en Menaça Juan Gómez, fijo de Ochoa de Butrón, que era bastardo ... por que su padre no ovo fijo legítimo. E fizo la casa e azeña e solar de Menaca, e juntó parientes e valió mucho"
Insiste en muchas ocasiones nuestro cronista en la importancia de juntar un ejército lo sufientemente poderoso como para poder consolidar el linaje y solar: "El linaje de Arançivia es de buenos fijosdalgo e el primero fue Pero Ortiz de Arançivia, fijo de Furcán García de Arteaga, e fizo la torre de Aranavia e ayuntó muchos parientes e fizo solar".
Importante era el asentarse en una tierra por colonizar... "de Álvar Sánchez Minaya, primo del Çid de Vivar, suçedió un caballero que vino a poblar allí donde se llama Legiçamo e fundó aquel solar que es llamado Legiçamo e la Vieja e multiplivcando grandes tiempos antes de que Vilvao fuese poblada". Pero lo realmente insoslayable era el levantar casa y defenderla,.
Lo realmente importante no era la tierra, ni tan siquiera las riquezas que podía contener. Era la casa, germen del apellido, útero generoso del linaje que todos -desde el escudero al noble, del legítimo al bastardo-, todos, hubieron de levantar para que la historia reconociera a sus hijos identificándolos por su propio nombre y crear una línea intemporal que había de mantener el apellido por encima de las personas que lo formaran.

Siempre la casa, matriz y origen del apellido, lo más importante del apellido, el espíritu más profundo del banderizo, por encima aún de su propia vida.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Los escudos de armas de los banderizos

En combate es imprescindible mantener el orden, saber cuando avanzar o replegarse y hacia donde moverse. Además, en el fragor de la batalla, rodeado de polvo, gritos y acero, resulta difícil -cuando no imposible- distinguir amigos de enemigos. Para solventar todos estos problemas, se crearon las enseñas y estandartes que con el tiempo dieron lugar a los escudos de armas. Cada combatiente buscó un signo distintivo con el que adornar sus pendones. Signos y colores que también estampaban en sus cascos y escudos de batalla con el fin de ser reconocidos, agrupar sus gentes y atemorizar al enemigo.

Lógicamente, en su inicio se buscó lo más obvio, quien se llamaba Lope (de Lupo, lobo en latín) dibujó lobos en su enseña, quien Gastelu (castillo en euskera), un castillo sobre los colores de sus pendones. Algo tan práctico -a la vez que vistoso- no tardó en generalizarse y volverse costumbre y pronto se transformaron estos dibujos en símbolo de las cualidades de quien los portaba o indicadores de los privilegios y distinciones que el rey o señor les había concedido. Se asimiló el escudo con la nobleza y nació así el escudo de armas, que no pertenece al apellido. Es un distintivo que se gana o concede a un linaje determinado, es la enseña característica de una rama del apellido con entidad propia. No es el apellido quien ostenta escudo, sino el linaje quien lo gana.

Como bien nos recuerda José, el rey concedió a Lope García de Salazar, y por ende a su linaje, el cambiar el escudo original de la familia y tomar como propias las estrellas robadas al gigante moro, para recordar así semejante hazaña a sus descendientes y a todos aquellos que pretendieran enfrentarse a él o su linaje en el futuro (la estrella es distintivo del héroe y Lope se pidió trece).

El llevar escudo adornado fue privilegio de nobleza y el derecho a portarlo había de ser ganado en batalla o en servicios a su señor. Se asignó a cada color o silueta una cualidad moral (la más representativa de aquellas que adornaban a su portador) y se complementaron con las figuras de honor que el rey de turno concedía a sus vasallos más destacados.

Tomemos como ejemplo el escudo del señor de Vizcaya, López de Haro:

(Recordemos que fue apodado el malo por su presunto mal comportamiento en Alarcos, donde faltó a la palabra dada por salvar el cuero a su rey, y cambió su sobrenombre por “el Bueno” en las Navas, donde despreció el botín y los honores pese a comandar la primera línea de combate).

Su escudo era blanco, color que simbolizaba la integridad y la obediencia, sobre él aparecían representados dos lobos -recordando el origen del linaje- de color negro (sable) símbolo de la entrega y la modestia. Tras la demostración de fiereza realizada en la batalla de las Navas, aparecieron en las fauces de los lobos sendos corderos -simbolo del caballero sacrificado y noble- ensangrentados. Este escudo original, por su participación en la toma de Baeza, se orló en gules (rojo) color de la sangre, para indicar su arrojo y fiereza en el combate, y se adornó la orla con las ocho aspas doradas que habían de reflejar la riqueza y esplendor que la toma de esta ciudad significó para quienes tomaron parte en el asalto.

Para los más interesados, aquí pueden encontrar una sencilla y práctica explicación del significado de cada color y figura heráldica. Y para terminar, y como curiosidad, es divertido comprobar en el cuadro del besamanos al rey Fernando -en esta misma página, abajo- cuales eran los colores y símbolos más utilizados por los juantxos vizcaínos de la época.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Como pudieron ser las batallas en la edad media

Tras comentar sobre lo anecdótico que fueron en realidad las batallas durante la edad media, vamos a extendernos un poco sobre como debieron ser aquellas que realmente ocurrieron.

De entrada, desmentir que fuera la caballería pesada la única forma de combatir en el medioevo. Ni era la única, ni la más usada, ni tan siquiera la más eficaz. La caballería pesada era , efectivamente, la fuerza concluyente en un choque, pero no la más importante, ni tan siquiera la definitiva. Una carga de caballería contra una infantería firme y bien estructurada está destinada al fracaso. Todos cuantos han montado alguna vez a caballo saben que el caballo es rápido y poderoso en una carrera corta pero muy torpe, cuando no incapaz, de realizar movimientos rápidos al galope. Esto supone que, en una carga de caballería tipo película de Charlton Heston, salvo que atravesasen las líneas enemigas al galope tendido sin encontrar obstáculo alguno que disminuyera su velocidad, acabarían todas las filas de caballería aplastadas cada una de ellas contra la anterior, unas sobre otras.

El mayor error lo cometemos al leer las crónicas de la época con el espíritu del hombre actual. En todos los relatos de batallas medievales, solo encontramos referencias a los caballeros y sus valerosas cargas a lomos de caballo sobre el enemigo que huye aterrorizado. En primer lugar porque eran estos quienes pagaban a los narradores y en segundo lugar porque era mucho más emocionante el leer sobre estos héroes casi sobrehumanos que sobre la plebe que tragaba el polvo que aquellos levantaban. Además hemos de tener en cuenta es que, en las crónicas de la época, un caballero era siempre un hidalgo, fuera a pie o a caballo. Cuando el narrador habla de caballeros en lucha no tiene porqué referirse exclusivamente a hombres a caballo, sino a nobles peleando.

Por otro lado siempre hemos pensado que la única táctica medieval de batalla era el ¡a por ellos! y que una batalla consistía en mucha gente dándose mamporros sin ningún orden, cuando la realidad había de ser muy diferente. En primer lugar no podía ser un Totum Revolutum sin orden ni concierto. Pensemos que aquellas gentes eran las tropas de élite de su momento, a más de señores dueños de tierras y gentes, propietarios de extensas tierras y amplias ganaderías. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que un tipo capaz de gestionar un condado, señorío, o simplemente su heredad durante siglos, sería tan estúpido como para cargar a tontas y a locas contra el enemigo?

Yo no lo creo.

Además, la historia y su contexto nos reafirman en esta idea. El Epitoma rei militaris nos da una descripción pormenorizada sobre como disponer el ejército en la batalla y este tratado fue ampliamente conocido entre la nobleza hispana. Según este texto, y el análisis detallado de movimientos las batallas, así como ilustraciones de la época, lo corroboran: en toda batalla medieval, el peso de la lucha recaería sobre la infantería.

Una disposición ideal de batalla para un ejército medieval sería la siguiente: Dos líneas de infantería formadas por caballeros, sus escuderos y hombres de confianza, fuertemente armados con cota de mallas o armadura completa (según la época), lanza, escudo y armas de mano -hachas, mazas y demás-. Tras ellos, dos o tres filas más de infantería ligera ,con defensas ligeras o inexistentes, equipados con todo tipo de armas arrojadizas y jóvenes paveseros que, cargados con sus grandes escudos, habrían de cubrir a los ballesteros.

(Aquí un pequeño inciso. En aquella época, las piedras eran un arma tan a tener en cuenta como las flechas y chuzos. Por eso existían honderos en todos los ejércitos, tanto musulmanes como crsitianos, y los estrategas recomendaban a los generales que sus hombres se entrenaran durante sus períodos de asueto en lanzar piedras con fuerza y precisión.)

Tras esta barrera de peones se colocaría la caballería pesada y a sus lados la caballería ligera. Esta misma disposición básica se multiplicaría en el campo de batalla cuando existieran suficientes efectivos. Entonces se colocaría un primer contingente – o haz- de tropas, dispuesto como hemos indicado antes llamada delantera, tras esta otra similar, la medianera; a derecha e izquierda ambas costaneras igualmente ordenadas y atrás del todo, como reserva, dispondrían la zaguera, donde estarían las tropas de élite, la caballería pesada.

El sistema táctico medieval era simple y efectivo: la delantera entraba en contacto con las líneas enemigas y trataba de romperlas para atravesarlas, las filas de infantería pesada defendían a las que avanzaban tras ellas, que hostigaban al enemigo con sus proyectiles protegidos por el muro de hierro que formaba la infantería pesada. Tras el primer choque, llegaba la medianera para reforzar los puntos más débiles de nuestras líneas y aumentar la presión allá donde el enemigo parecía flaquear. Entre tanto, las costaneras impedían que el enemigo nos rodeara a la vez que trataba de colocarse a sus espaldas. La zaguera, la crème de la crème de nuestras tropas, espera signos de debilidad en el contrario, una rotura en sus líneas que permitan –ahora sí- cargar contra ellos al galope tendido y atravesarlos.

Cuando esto ocurre, carga la caballería pesada y la infantería se aparta a un lado para dejarles pasar. Nada puede un infante en combate uno contra uno con un caballero cubierto de pies a cabeza del mejor acero y alzado sobre quinientos kilos de músculo y furia. La batalla termina tan pronto como uno de los contendientes descubre que tiene enemigos a sus espaldas. Se asusta, rompe filas y se olvida de la disciplina. El ejército se desorganiza y cada hombre queda a expensas de sus solas fuerzas. Comienza la desbandada y el degüello.

martes, 25 de octubre de 2011

Falsas creencias sobre las batallas medievales y la guerra en la edad media – I

Con algo de retraso, trataré de desenmascarar algunas de las leyendas tejidas en torno a la edad media y sus guerras y empezaré por tratar de describir el sistema de vida en la España medieval (Hispania para los puristas).

Existían entonces en la península dos grandes sistemas económicos, dos modos de vida claramente diferenciados que comportaban diferentes modos de gobierno y por lo tanto diferentes conceptos de la guerra y el ejército. Por un lado estaba el mundo musulmán, regido por un monarca todopoderoso que controlaba los medios de producción y comercio, y sobre el que recaía toda la responsabilidad militar y religiosa. Desde la llegada al poder de los almohades, la Yihad dejaba de ser una obligación de todo creyente para pasar a ser responsabilidad exclusiva del califa, representante del profeta en la tierra y encargado de cumplir sus enseñanzas. Por otro lado, el territorio que ocupaban, a más de poder disponer de los bienes y mercancías que el imperio conseguía en tierras africanas, englobaba las fecundas tierras de al-Andalus, Murcia y el Levante, capaces de mantener sin problemas a toda su población, y permitir a un amplio sector poblacional dedicarse exclusivamente a la producción de bienes, dentro de una economía basada en la agricultura y el comercio, dos fuentes generosas de riqueza. En contraposición a este mundo, se encontraban los reinos cristianos. De extensión reducida, con tierras de producción no tan diversificada y mucho menos productivas que las musulmanas y con una estructura social perfectamente estructurada, pero no tan autocrática como la islámica, donde el rey debía ajustar sus pretensiones a una nobleza fuerte y bien armada.

La sociedad cristiana medieval tenía tres fuentes principales de ingresos: la agricultura (principalmente cereal), la ganadería lanar y la guerra. Un hacendado cristiano empleaba medio año en sembrar y recoger sus cosechas, de esta manera, una vez realizada la siega y vendimia, disponía de unos pocos meses para dedicarse a su segunda actividad profesional, la guerra. Equipaba a su cargo cuantos hombres de armas podía y salía de algarada sobre los reinos vecinos -fueran éstos moros o cristianos- para conseguir efectivo. Considerada la guerra como una actividad puramente económica, sus ingresos complementaban los conseguidos de la tierra y el ganado. Además, servía para disminuir los recursos del enemigo y despoblaba zonas productivas que podían ser ocupadas por mano de obra propia. De esta manera se iba ganando, lentamente, tierras al contrario. Tampoco debemos olvidar que el entablar una batalla campal suponía jugarse el futuro (y la vida) a una sola carta, y ningún profesional que se precie está dispuesto a hacerlo, salvo que no tenga otro remedio, o la posible ganancia sea tan grande que merezca la pena asumir semejante riesgo.

Esta es la razón primera por la que la mal llamada reconquista ocupara un lapso tan largo de tiempo, nadie tenía capacidad ni población para anexionarse de repente una extensión demasiado grande de tierras. Un noble, o un rey, no disponía de miles de hombres armados y solo en muy contadas ocasiones excepcionales podían llegar a alcanzarse semejantes contingentes. No podemos olvidar que hablamos de una época sin carreteras asfaltadas, ni grandes núcleos de población, sin saneamientos ni otros medios de transporte que los animales. Para imaginar un ejército medieval en movimiento y las limitaciones con las que se encontraría, un solo dato: un caballo de batalla, a más del heno o la hierba que pueda comer en el campo, necesita del orden de unos 3 kg. de grano y 20 litros de agua diarios, también las acémilas que han de transportar el pienso y la impedimenta han de beber y comer. Los hombres también comen (y todos, hombres y bestias, descomen) imaginad ahora el desplazar los miles de hombres que nos cuentan las crónicas marchar durante cientos de kilómetros campo a través hacia la batalla. Resulta algo tan costoso en tiempo, dinero y dedicación que solo se podría realizar en contadísimas excepciones. Por el contrario, cinco, diez, o cincuenta soldados bien armados eran perfectamente capaces de recorrer largas distancias, atacar al enemigo descuidado y volver a casa cargados de botín. Muy pocos pueblos (y no tantas ciudades) de hoy en día serían capaces de enfrentarse a un cuerpo de operaciones especiales del ejército que les atacara de improviso, imaginemos el efecto que treinta hombres armados de pies a cabeza podrían ejercer en los campesinos desarmados que se encontraran con ellos a las puertas de su aldea.

Un solo ejemplo: Toledo nunca fue conquistada en batalla abierta, sino que, agostados sus campos por el enemigo y desplazados sus campesinos por la inseguridad en sus tierras, arruinada su economía, cambió de manos sin necesidad de asaltar sus murallas.

Una vez aclarado que las batallas medievales fueron la excepción y no la regla durante toda la edad media, hablaremos en un próximo capítulo de cómo se disponían los ejércitos medievales en el campo de batalla y sus tácticas militares.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Recapitulemos...

Un pequeño resumen de las entradas más relevantes aparecidas en este blog desde su incio hasta la fecha:

Caballería medieval, caballería pesada y caballería ligera
La Lanza como unidad militar
El caracter del hidalgo medieval
Listado de linajes banderizos
Las armas en la edad media, tipos de armas
Origen de los bandos
Qué fueron en realidad los banderizos
Sobre la capacidad militar de aquéllos
Por que fueron, somos; por que somos, serán
Explicaciones sobre los parientes mayores, los bandos y los banderizos
La armadura medieval
Artillería medieval
La guerra marítima en la edad media
La familia medieval y el valor del indivíduo
La novela Tierra Amarga
El segundón en tierras vascas
Sobre caballos, caballeros y otras bestias
¿Cuanto costaba equipar a un caballero medieval?
La muerte en la edad media
Las medidas medievales
Como se medía el tiempo en la edad media
Técnicas medievales de construcción
Sobre la guerra en la edad media
Desmitificando al caballero medieval
Elenco de armas medievales, de la A a la Z
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miércoles, 3 de agosto de 2011

Las armas medievales, de la R hasta el final


Con esta entrada, terminamos -de momento- la lista de las armas más empleadas en la Europa medieval.
Rallón- Arma arrojadiza con hierro ancho en forma de escoplo. También dardo de ballesta con ese tipo de punta plana, ancha y sin punta.
Rompemallas- Puñal redondo, a modo de lezna, utilizado para penetrar la cota de mallas o reventar sus anillos
Ronca- Arma de asta con punta aguda y dos aletas curvadas hacia atrás. Contra caballería.
Roncona- Ronca.
Roquete- Punta de lanza de torneo, terminada en tres o cuatro punta pequeñas para hacer presa en el escudo o armadura del contrario.
Runa- Tipo de venablo muy ancho en la parte superior.
Sable- Arma de acero curvo de un solo filo y punta.
Saeta- Arma arrojadiza, compuesta de una varilla con punta de hierro y estabilizadores en la parte porterior. Sus diferentes tipos se lanzaban con arco, ballesta y con la mano.
Saetón- Lance o proyectil de caza para ballesta, largo y con casquillo de hierro, que lleva a un tercio de su longitud un travesaño con el fin de que al herir a la presa esta no pueda introducirse en su madriguera.
Sargenta- La alabarda que portaba el sargento de armas.
Scorpio- O escorpión. Se llamaba así a las saetas y dardos envenenados.
Scrama- Cuchillo de desafío germano. De un solo filo, espiga larga y vaciados.
Segur- Hacha.
Segurón- Hacha grande.
Serranil- Un tipo de cuchillo.
Taján- Gumía.
Tortón- Vara arrojadiza de madera afilada, con la punta endurecida al fuego.
Tragacete- Venablo moro.
Trágula- O trágulo. Garfio que se lanzaba atado a una cuerda para derribar a los defensores de una muralla.
Tranchete- Arma blanca ofensiva, corta y enastada con la hoja curva y afilada por el interior. También cimitarra.
Tríbulos- Abrojos.
Tridente- Lanza o chuzo de tres puntas.
Trifaz- Dardo con hierro de tres filos y asta larga.
Trude- Desjarretadora. Asta armada con un hierro en forma de luna.
Venablo- Arma de asta arrojadiza. Podía tener el asta de madera o ser de hierro en su totalidad.
Verduguillo- Puñal de tamaño pequeño o medio, y hoja fina de sección cuadrada con bordes cortantes.
Viña- Estaca pequeña y aguzada, que se planta en tierra para dificultar el paso a la caballería.
Vira- Saeta pequeña de punta aguda. A veces se lanzaban a mano.
Viratón- Saeta delgada de punta muy aguda más grande que la vira.
Virote- Saeta de ballesta guarnecida con un casquillo fuerte.
Visarma- Bisarma.

martes, 2 de agosto de 2011

Las armas blancas medievales, de la M a la P


Machete- Cuchillo grande y terciado, normalmente de un solo filo.
Maleolo- Dardo incendiario.
Mandoble- Espada de hoja ancha y larga para emplear las dos manos.
Mangual- Látigo de armas
Mano- Peso de hierro fijado a la lanza mediante un cabo que se utilizaba para trabar con él al enemigo. Se pueden ver explicaciones de su manejo en la pag. 86 del Flos duellatorum.
Mañeta- Porra o maza de mango largo
Marrazo- Hacha de mango largo y doble filo.
Martillo de armas- O martillo de guerra. Arma de arzón, se componía de un mango de madera reforzada en hierro o todo de hierro rematada por un martillo con la mesa plana o provista de dientes, con una punta recta o curva opuesta a la mesa y muchas veces rematado por otra punta que servía para estoquear.
Mayal de armas- O azote de armas. Dos bastones gruesos de madera unidos entre sí por una cadena corta. El más largo sirve de agarre y el corto está reforzado con hierros u púas para golpear con él.
Maza- Arma con mango guarnecido de hierro, o toda de hierro, terminada por una cabeza más gruesa
Maza Barreada- La que tenía en su cabeza o nudo hojas o aristas salientes llamadas navajas.
Maza de armas- Arma de arzón. Maza con mango de hierro.
Maza plomada- Con la cabeza lastrada con plomo.
Misericordia- Cualquier puñal o daga, larga y fina, utilizada por los caballeros para dar el golpe de gracia.
Mitrora- Cuchillo curvo de tres filos.
Montante- Espadón de dos manos.
Palanca- Mayal
Palomero- Dardo de ballesta largo, armado con una virola de hierro.
Partesana- Fala. Lanza de moharra ancha y dotada de aletas en la base del hierro.
Pica- Lanza de infanteria con hierro de dos filos.
Pico de cuervo- Martillo de armas con un pico curvo opuesto a la mesa.
Pisto- Cortell. Espada corta a medio camino entre la espada y la daga.
Pistoresa- Arma corta de acero, a modo de puñal.
Plantón- Voz genérica. Cualquier arma de asta.
Podón- Honcejo. Bisarma.
Porra- Maza.
Puntal- Arma de asta con hierro en forma de hoja de olivo.
Puñal- Arma ofensiva, más corta que la daga, que hiere de punta.
Puñal de orejas- El que tiene dividida la cabeza del pomo en dos anchas alas circulares para apoyar el pulgar entre ellas.

Las armas medievales de la E a la L

Continuamos con la relación de armas empleadas en la edad media:


Engorra- O engorro. Cada uno de los arpones de las saetas y dardos.
Escarana- Alfanje.
Espada- Arma blanca de acero. Larga, recta, aguda y cortante, con guarnición y empuñadura.
Espetón- Lanza larga, de punta ancha y aguda.
Estilete- Puñal de hoja aguda, delgada y triangular.
Estoque- Espada diseñada para herir con la punta.
Fachón- Hacha grande.
Fala- Partesana. Lanza de hoja ancha con prolongaciones laterales a modo de pequeñas aletas.
Fauchar- Cuchillo de brecha.
Ferrada- Maza con refuerzos de hierro.
Focino- Vara con uno de sus extremos armado con un hierro de punta y gancho. Utilizado en duelos y combate entre caballeros protegidos con armadura completa.
Forcina- Horcón. Arma de hierro con forma de horquilla.
Framea- Arma arrojadiza y de esgrima, compuesta de un asta y un hierro corto, poco ancho y muy acerado.
Francisca- Hacha de guerra de los francos, con la hoja en ángulo recto respecto al astil.
Gabesina- Lanza para los torneos.
Garro- Dardo que se lanzaba con la mano.
Garrocha- Vara larga y delgada que tenía en su extremo un hierro con arponcillo para que agarre.
Gorguz- Venablo o lanza corta.
Hacha de armas- Arma de arzón. De hoja corta con martillo o púa opuestos y muchas veces rematada con una púa o rejón.
Hacha de petos- Hacha de guerra enastada de dos manos, con un peto de corte (hacha) y otro con mesa de martillo. Solía rematarse en una punta de chuzo.
Honcejo- U hocino. Arma enastada corta y curva, de dos filos. Similar a la bisarma.
Honda- Tira de cuero, o trenza de lana, cáñamo, esparto u otra materia semejante, para tirar piedras con violencia
Horcón de guerra- Arma de asta con dos grandes puntas. Bidente
Jabalina- Lanza arrojadiza, corta y fuerte.
Jara- Dardo de madera endurecida al fuego o armado con poco hierro que se lanzaba a mano.
Jese- Dardo de un codo de largo y punta muy aguda
Jostrado- Virote guarnecido con un hierro de cabeza redonda, como las lanzas de justa.
Lanza- En esencia, un asta armada con una punta de hierro
Látigo de guerra- Mangual. Bola de hierro, con o sin púas, fijada a un mango de hierro o maderra ferrada mediante una cadena corta. El mango se recubría con cuero para facilitar su agarre.
Lengua de buey- Lanza con la punta muy ancha.
Lengua de buey- Daga cinquedea.
Librilla- Honda
Lucerna- Martillo de Lucerna. Arma de asta de dos manos, con escudete para protección de las manos, martillo, pico de cuervo en la mesa opuesta y rematado por una punta para estoquear.

lunes, 1 de agosto de 2011

Las armas medievales C - D

Continuamos con las armas ofensivas de la edad media.

Cachetero
- Cuchillo corto y ancho de punta muy aguda, que tiene sobre el puño un apoyo para el dedo pulgar.
Canivete- Cuchillo pequeño que se llevaba en la misma vaina que la daga.
Chuzo- Palo armado con una punta aguda de hierro.
Cimitarra- Sable curvo y de punta aguda.
Cinquedea- O lengua de buey. Cuchillo o espada corta de hoja muy ancha (del italiano: cinco dedos).
Clava- Porra de madera.
Clava ferrada- Clava reforzada con clavos de hierro.
Corcesca- Especie de alabarda con asta más larga y que tenía en la base del hierro dos aletas afiladas para cortar las riendas de la caballería.
Corchete- Horquilla de hierro con mango largo y a veces con una punta en el centro, empleada para derribar a los jinetes.
Corta riendas- Cruceta de la lanza. Se afilaba para realizar el trabajo que su nombre indica.
Cortadillo- Arma de asta corta con una cabeza ferrada rematada por una punta de sección cuadrada. También llamado godenart o goedendag ("buenos días").
Cortel- Cotiell, coilltell, coltell, y otros modos. Puñal de hoja ancha, semejante al actual cuchillo ancho de carnicero. Podía tener escotaduras en el recazo para afirmar el dedo por encima de la guarnición.
Cuadrillo- Dardo de ballesta de sección cuadrada o de punta cuadrada.
Cuchillo- Arma blanca, corta, de una sola mano.
Cuchillo de arzón- El cuchillo que se llevaba fijo al arzón de la montura.
Cuchillo de brecha- Archa.
Daga- Arma blanca, de hoja más corta que la espada y con guarnición para cubrir el puño.
Dalle- Dalla o guadaña. Se confunde con la bisarma.
Dardo- Nombre español del cinquedea.
Dardo- Nombre genérico de toda arma que se arroja con la mano.
Desjarretadera- Media luna de hierro, afilada, que puesta en el extremo de una vara sirve para desjarretar a los toros. También utilizada como arma contra la caballería.
Destral- Hacha de una mano.
Dolón- Estoque o puñal oculto en un bastón. De dolo: Engaño, fraude, simulación.

jueves, 28 de julio de 2011

Las armas medievales - A-B

Del nunca bien ponderado "Glosario de voces de Armería" de Enrique de Leguina, -más algunas otras de aportación personal- he dispuesto cuantas armas medievales conozco (y alguna que no) ordenadas por orden alfabético, tratando de evitar repeticiones y sinónimos (existen decenas de formas diferentes de llamar a la espada).
Con el objetivo añadido de dar a conocer el nombre español de algunas armas más conocidas por su nombre foráneo que por el suyo propio en castellano.
Solo he considerado las armas ofensivas -obviando las defensivas, navales y de asedio- empleadas durante la edad media y siglos vecinos.
Como es seguro que algunas faltan y en otras habré errado, agradeceré cualquier aportación a este glosario y las correcciones que fueren necesarias.
Sin más, empezaremos con la relación de armas, letras A y B.

Abrojo-Pieza en hierro con cuatro puntas dispuestas en pirámide que, caiga como caiga, siempre muestra una de ella en alto. Utilizada contra caballería. También se utilizaron abrojos piramidales de madera
Alabarda- Arma enastada con la cabeza armada con una punta de lanza, una hoja de hacha por un lado, y una punza o gancho más pequeño por el otro
Alarica- Asta larga con punta de tres filos
Alcón- Arma de asta de dos manos empleada por la infantería contra caballería. Como un hacha de armas con un pico curvo en el peto opuesto.
Almadana o Almadena- Porra o mazo pesado de hierro.
Angón- Chuzo largo de hierro y agarre de madera con punta dotada de arpones
Archa- Arma de asta, con la punta como un cuchillo ancho, de un solo filo
Arco- Arma hecha de madera u otra materia elástica, sujeta por los extremos con una cuerda que sirve para disparar flechas.
Arma de arzón- Voz genérica. Cualquiera que llevara el caballero como segunda arma fijada al arzón de su montura
Azagaya- Lanza corta arrojadiza
Azcona- Chuzo. Palo armado con una punta de hierro
Azote de armas o Mayal de armas- Consistía en dos bastones gruesos de madera unidos entre sí por una cadena corta. El más largo sirve de agarre y el corto está reforzado con hierros o púas para golpear con él
Ballesta- Arma utilizada para arrojar saetas, compuesta de arco y cuerpo. Más lenta y de menos alcance que el arco, pero de tiro más potente y más sencilla de emplear.
Barazano- Cuchillo ancho de un palmo de largo
Beldana- O beidana. Arma de una mano de hoja curva y un solo filo, más ancha en el extremo y sin punta.
Bidente- Asta con cuchilla de media luna en su extremo. Usado contra caballería
Bisarma- Arma de asta contra caballería, con cuchilla en forma de hoz y rematada por una punta
Bordona- Lanza ranurada y hueca que se usaba en los torneos
Botavante-Vara larga armada a modo de chuzo utilizada por los marineros en los abordajes
Broncha- Cuchillo muy ancho
Buglosa- Daga corta y ancha
Buido- Puñal de tres o cuatro filos vaciados
Buja- O Guja. Archa armada con púas en el contra filo.


jueves, 21 de julio de 2011

Desmitificando al caballero medieval

El caballero medieval es sobre todo un símbolo. Héroe noble, de brillante armadura, que despliega al viento banderas de brillantes colores para luchar, espada en mano, en socorro del débil, la viuda o el huérfano. Pero la realidad es mucho más compleja, y la verdad del caballero mucho menos romántica. Lo lamento, pero creo que es hora de ir abriendo los ojos y afrontar de una vez por todas la cruda realidad.

La imagen que hoy en día tenemos del caballero medieval es totalmente falsa, fruto de tres grandes mentiras:

La primera mentira nace precisamente en la edad media, cuando caballeros e hidalgos eran quienes dirigían la sociedad. En una época en la que la cultura estaba en manos de una pequeña minoría, cuando solo el clero y los individuos pertenecientes a las clases altas sabía leer. A ellos estaban destinados los escritos y crónicas, y por lo tanto, los autores se cuidaban muy mucho de escribir algo que pudiera ofenderles. El cronista y el juglar trataban de redactar sus historias y escritos de la manera en que más podrían agradar a quien había de pagárselas: el rey o sus caballeros. Una novela que no dejara en buen lugar a los caballeros simplemente no tendría ninguna venta. Esto nos lleva a una imagen idealizada del caballero medieval, fiel hasta la muerte a su rey y sus principios de honor, lealtad y ayuda al necesitado.

La realidad era muy diferente. Para un noble, la plebe simplemente no existía, y si existía valía mucho menos que el ganado que apacentaba. Labriegos, collazos y siervos eran de su propiedad y disponía de ellos como mejor le convenía. Sobre las relaciones con su rey… solo tenemos que leer por encima cualquier crónica medieval para encontrar luchas palaciegas, cambios de vasallaje y todo tipo de ajustes políticos en función de los intereses del momento. En cuanto al honor, baste indicar que, cuando lo nombraban, se referían al honor medieval, no a lo que hoy llamamos honor. A día de hoy a nadie le parecería honorable el tomar al asalto una población de pacíficos labriegos para saquearla, o asaltar a un conde vecino para cobrar rescate por él y repartir luego lo conseguido con tu monarca. En cambio, en el cantar del mío Cid se narran estos hechos como demostraciones de la valía y honor del bueno de Rodrigo.

La segunda mentira que nos ciega ante la verdad de la caballería es fruto de la mercadotecnia del entretenimiento, tanto europeo como estadounidense. Me refiero a las películas y novelas ambientadas en la edad media. Reconozcamos que es mucho más vendible un caballero limpio, justo y amable con las damas, que un energúmeno que solo se lavaba cuando le pillaba la lluvia en descampado, que tenía las mujeres como botín de guerra y que, cuando cabalgaba “en defensa” de las tierras de su señor, capturaba cuantos prisioneros pudiera para luego venderlos como esclavos a su vuelta. Y esto no solo era cuando asaltaban tierras musulmanas, que lo mismo hacían con la gente de los reinos cristianos vecinos.

Por último, la tercera mentira somos nosotros mismos, nuestra búsqueda de comodidad y nuestro empeño en rechazar todo aquello que nos obligue a pensar o nos inquiete, incluso la propia verdad. Para el urbanita del siglo XXI, es más cómodo el considerar que nuestros antepasados eran cristianos honorables, justos y valientes, no como los malvados sarracenos o los implacables y sucios vikingos. Es mucho más fácil sentirse parte de una comunidad, nación o patria, si imaginamos a quienes la formaron como seres libres de bajas pasiones, arrebatados por un impulso divino y guiados por los más altos ideales patrios y divinos. En mucho más tranquilizador ver a Alfonso VIII como el valeroso rey cristiano, vencedor del sarraceno invasor en las Navas de Tolosa, que como el monarca castellano que mandó cortar pies y manos a Dominguejo -un pobre criado capaz de arriesgar su vida por servirle y que le entregó el castillo de Zurita- simplemente por que no se fiaba mucho de él.

Cruel conclusión: Tenemos una imagen totalmente distorsionada de los caballeros medievales, creada en la época moderna por los escritores románticos y los ideales caballerescos son, simplemente, una hermosa quimera. El caballero combatía, no por el honor, sino por el botín que obtenía en sus algaras y servía a su rey no por lealtad, sino a cambio de tierras, prebendas y protección.

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476

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Bilbao en el siglo XV

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Así se supone que podía ser Bilbao a finales de la Edad Media

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)

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La casa, origen del linaje, razón de ser de los bandos

Espada de mano y media, también llamada espada bastarda - 1416

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Armas de lujo para los privilegiados de la tierra

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